miércoles, 12 de diciembre de 2018

La Guadalupana de José María Morelos en Izúcar



Corría el año de 1811 y la efervescencia del movimiento de independencia poco a poco se extendía por la entonces Nueva España; empezaba a despuntar el liderazgo y la estrategia de José María Morelos y Pavón, quien hacía su entrada en las tierras de la entonces Intendencia de Puebla. Tras la toma de Chiautla, Morelos se encamina a Izúcar, no sin antes fusilar al hacendado Musitu, dueño de la Hacienda de Raboso, quien de su peculio había formado un contingente para combatirlo; es 10 de diciembre y llegan a Izúcar.

En palabras del historiador y también partícipe del movimiento insurgente, Carlos María de Bustamante, son recibidos entre rosas y cohetes. Eran los días previos a la celebración de la Virgen de Guadalupe, aquella que había sido elegida por el mentor de Morelos, el cura Hidalgo para ser el icono de la lucha. Quiso el destino que Morelos le tocara presidir tan importante festividad, y aunque los testimonio no dan detalle, seguramente la misa de fiesta la celebró en la entonces parroquia de los naturales, es decir Santo Domingo. Si quisiéramos hacer memoria de como era en ese año el interior del antiguo templo dominicano, difería de como lo visualizamos hoy día, aun después de los estragos del sismo del septiembre del año pasado. Era un macizo edificio iluminado con velas y donde refulgía el dorado de sus retablos de madera, que se perdieron en el lamentable incendio de 1939. 

No todo se consumió por el fuego y entre lo que sobrevivió está un oleo de la Virgen de Guadalupe, el cual fue colocado tras la reconstrucción del interior como centro de un retablo de yesería dorada en el lado oriente de la nave del templo y al cual se le completó con pinturas contemporáneas de las apariciones de la señora del Tepeyac. Por algunos inventarios tanto de antes como después del siniestro, sabemos que la pintura en cuestión permaneció y además de su merito artístico, que a veces pasaba desapercibido, pues no se le movía de su altar, debió haber sido la que recibió la dedicación del santo sacrificio de la misa, por parte del generalísimo Morelos. 


Hace un año, el sismo sacó la celebración del templo al atrio, pero como una de sus pocas consecuencias buenas, permitió revalorar a esta Guadalupana, la cual fue testigo del inicio del camino de los izucarenses en la guerra de independencia. Nuestra Señora de Guadalupe acompañó el nacimiento de México pero localmente también acompañó a Izúcar a ser parte de este complicado proceso. Mucho después la devoción guadalupana sería un factor que se rescata, en las famosas romerías, ya en el siglo XX  y como muestra de ello la frase que alguna vez dijo el Arzobispo poblano Octaviano Márquez y Toriz: "Yo amo a Izúcar porque es católico, pero lo amo mas porque es mariano, pero lo amo aún mucho más porque es guadalupano".