sábado, 1 de junio de 2013

IZÚCAR DE MATAMOROS, PUEBLA, CIUDAD HEROICA


De acuerdo al diccionario de la RAE la palabra heroica se refiere a alguien famoso por sus hazañas o sus virtudes, es por ello que cuando este adjetivo se le adiciona a algún lugar o una ciudad tiene que ver con los hechos sucedidos aquí los cuales fueron sobresalientes o relevantes para la historia de alguna región, un estado o el país mismo.
Este es el caso de la ciudad de Izúcar de Matamoros, que el pasado 13 de diciembre de 2012 se unió al reducido grupo de ciudades poblanas como la misma capital Puebla de Zaragoza, Atlixco o Tetela de Ocampo, en ser declaradas heroicas; en lo concerniente a  la urbe izucarense, recibió tal distinción del H. Congreso del Estado de Puebla por un hecho de armas sucedido en plena guerra de independencia, el cual fue documentado en una investigación realizada por el autor de este texto y sobre el cual haremos memoria en las siguientes líneas.
Nos trasladamos al año de 1811 cuando el generalísimo José María Morelos realizaba campaña por las serranías surianas de la entonces Nueva España; tras haber tomado poblaciones como Tlapa, Chiautla y Chietla, las tropas insurgentes dirigieron sus destinos hacia Izúcar, donde fueron recibidos de manera entusiasta y con alegría el 10 de diciembre. La presencia de Morelos en Izúcar, desató la incertidumbre de las autoridades civiles y religiosas en la ciudad de Puebla, pues se temía un ataque.
Es así que el comandante militar de Puebla, Ciriaco de Llano envía una columna de 600 hombres al mando del coronel Miguel Soto y Maceda, para atacar a Morelos en Izúcar; al estar preparando la defensa del poblado, se presenta ante el “Siervo de la Nación” el también cura Mariano Matamoros y Guridi, párroco del vecino pueblo de Jantetelco, quien con algunas personas se pone a sus órdenes; ambos clérigos celebran misa en la entonces parroquia de naturales de Santo Domingo, donde invitan a los izucarenses a unirse a la lucha por la independencia.
El 17 de diciembre las tropas realistas comandadas por  Soto y Maceda se presentaron en Izúcar, comenzando el ataque por dos flancos, por una parte el teniente Pedro Micheo con una columna se apoderó del cerro del Calvario para atacar desde aquí y por el otro el propio Maceda avanzó directo sobre la plaza mayor (el actual zócalo). Le damos la palabra al relato de don Lucas Alamán, quien en su Historia de México anota lo siguiente:
[…] llegando a la plaza encontraron en las entradas de ésta formados parapetos de piedra defendidos por artillería y fusilería, las casas circunvecinas coronadas de gente, armada de piedras, hondas y flechas. En vano por cinco horas empeñaron el ataque habiendo Soto recibido dos heridas mortales de bala, una en la cabeza y la otra en el vientre, tuvo que dejar el mando al capitán don Mariano Ortiz, quien dispuso la retirada […]
La retirada de los realistas los llevó hasta el cerro de la Galarza, al norte de Izúcar, donde los insurgentes cuando llegó la noche atacaron de nuevo, de tal manera que en medio de la confusión abandonaron algunas piezas de artillería refugiándose en la cumbre del referido cerro; tras varias horas de pelea, en donde hasta el mismo Morelos se dio tiempo de participar, por fin alrededor de las 11 de la noche los insurgentes dejaron de atacar y así los realistas pudieron continuar con su retirada en dirección a la ciudad de Puebla; Soto y Maceda moriría días después por las heridas de la batalla en Izúcar.

Hasta aquí algo del hecho histórico que llevó a la declaratoria, pero en qué consistió la relevancia del acontecimiento, primeramente se debe pensar en lo sucedido en la ciudad de Puebla, al saberse de la derrota, si ya había temor, éste se multiplicó; con Izúcar dominado, el camino hacia la ciudad de los Ángeles se veía libre para Morelos y compañía; además contar con el dominio de Izúcar, un punto vital de las comunicaciones en el suroeste de la entonces intendencia de Puebla y cabecera de una región con alta producción agrícola (el principal productor de azúcar de la intendencia), proveía de ventajas estratégicas al ejercito insurgente. Un último elemento que vale la pena resaltar es el descontento social existente en la región izucarense, donde una población mayoritariamente indígena vivía en constante conflicto con la  pequeña élite española, dueña de las grandes haciendas azucareras; es por esto que el movimiento insurgente tuvo un fuerte eco, como una manera de buscar el cambio a la situación de injusticia social reinante.
Óleo de la pintora izucarense María Guadalupe Cruz, en donde se hace una alegoría de la batalla en que los insurgentes al mando de José María Morelos y Mariano Matamoros derrotaron a los realistas en Izúcar, el 17 de diciembre de 1811; la pintura se localiza en el cubo de la escalera del antiguo palacio municipal de Izúcar.