viernes, 30 de septiembre de 2016

José María Morelos y Pavón, en el 251 aniversario de su natalicio


*Reseña leída en la ceremonia cívica organizada por el ayuntamiento izucarense en el Parque Pavón, 30 de septiembre de 2016.

Fue la otrora ciudad de Valladolid, hoy llamada Morelia en su honor, la que lo vio nacer en un día como hoy pero del año de 1765; tuvo una infancia difícil pues a los 8 años debió empezar a trabajar para ayudar a la familia, conociendo las labores del campo, aunque siempre tuvo inquietud por los estudios formales. Ese interés lo llevó a entrar al Colegio de San Nicolás, donde su rector fue ni más ni menos que el mismísimo Miguel Hidalgo; posteriormente entró al Seminario Tridentino para ser ordenado sacerdote en 1797. Su primer encargo como presbítero fue ser vicario en Uruapan, para luego pasar a ser cura interino de Churumuco; su siguiente misión fue la parroquia de Carácuaro y Nocupétaro,  de donde salió para unirse a la lucha por la Independencia, a los 45 años de edad. Tras la entrevista en Charo con su antiguo mentor Hidalgo, Morelos puso manos a la obra para organizar la lucha haciendo campaña por lo que son hoy los estados de Guerrero, Puebla y Morelos; también a él se le unieron a la causa importantes caudillos como los Galeana, los Bravo o Vicente Guerrero. Durante su paso por la entonces intendencia poblana, Morelos toma Chilapa, Chiautla y llega a nuestra Izúcar el 10 de diciembre de 1811, en medio de la alegría de la comunidad; aquí celebra la misa por la festividad de la Virgen de Guadalupe y recibe la adhesión del cura don Mariano Matamoros; ambos personajes lideran a los insurgentes y al pueblo izucarense para derrotar a los realistas de Miguel Soto Maceda el 17 de diciembre de ese mismo año. A Morelos le toca vivir el sitio de Cuautla, uno de los episodio más memorables de la guerra de Independencia; otras de sus proezas militares fueron las tomas de Oaxaca en 1812 y un año después el asalto al puerto de Acapulco. Desde este lugar sale la convocatoria al llamado Congreso de Chilpancingo, el cual fue inaugurado el 14 de septiembre de 1814 y en donde Morelos presentó los famosos “Sentimientos de la Nación”, joya literaria del pensamiento del Generalísimo, quien en esta reunión pidió ser llamado simplemente “Siervo de la Nación”; el 6 de noviembre de ese mismo año se expide la declaración de Independencia, en la cual permea mucho la posición de Morelos con respecto a un país independiente de España. A partir de las muertes de Matamoros, éste fusilado en Valladolid y de Hermenegildo Galeana en batalla, las tropas de Morelos vieron su estrella declinar; velando por la seguridad del Congreso de Chilpancingo este pasa a Tehuacán para luego en la localidad de Temalaca, Puebla, ser atacado por los realistas; Morelos logra organizar la huida de los miembros del congreso pero el cae prisionero. Llevado a la ciudad de México, don José María, es sujeto de la acción de la justicia civil y de la Iglesia, se le degrada como sacerdote y se le condena a morir. Para no generar revuelo se le traslada al pueblo de Ecatepec, al norte de la capital, donde es fusilado el 22 de diciembre de 1815, con lo que se pone fin a la segunda etapa de la guerra de independencia nacional. Sin duda Morelos fue un hombre excepcional por sus dotes militares y con un brillante pensamiento en lo que respecta a las libertades del hombre; se cuenta que Napoleón Bonaparte exclamó cuando supo de las proezas de Morelos: “Si tuviera cinco hombre como Morelos, conquistaría al mundo”, de ese tamaño fue la grandeza de este cura hecho soldado, el cual nuestra heroica ciudad tuvo el honor de tenerlo entre sus calles peleando por la causa de independencia nacional.

Retrato de José María Morelos, siglo XIX,  que se conserva en la Casa Colorada, H. Izúcar de Matamoros, Puebla.

martes, 27 de septiembre de 2016

27 de septiembre, CXCV Aniversario de la Consumación de la Independencia Nacional


*Reseña leída en la ceremonia cívica organizada por el Ayuntamiento de Izúcar de Matamoros, en el Parque Pavón.

Es la entrada del llamado Ejercito Trigarante a la ciudad de México, la que se considera como la fecha oficial de consumación del largo y complicado proceso por el cual México obtuvo su libertad de la metrópoli española. Sin embargo, para el imaginario colectivo es el 16 de septiembre, inicio del proceso, la fecha que ha perdurado y se asocia con la independencia de México; poca ajaraca se le hace al 27 de septiembre, aunque siendo realistas debería tener más peso en las conmemoraciones patrias. Fue el de Agustín de Iturbide, un militar criollo, el liderazgo más fuerte en la última fase de la lucha emancipadora de la otrora Nueva España, una paradoja si consideramos que Iturbide fue uno de los más temible caudillos que infringieron derrotas al bando insurgente. A este se sumaron líderes de importantes sectores sociales de la moribunda colonia así como algunos de los pocos combatientes insurgentes que habían sobrellevado la causa como son Vicente Guerrero, Nicolás Bravo o Guadalupe Victoria. El acta de independencia firmada un día después de la llegada del ejército de las tres garantías dice lo siguiente: La nación mexicana que, por trescientos años, ni ha tenido voluntad propia, ni libre el uso de la voz, sale hoy de la opresión en que ha vivido. Los heroicos esfuerzos de sus hijos han sido coronados y está consumada la empresa, enteramente memorable, que un genio, superior a toda admiración y elogio, amor y gloria de su patria, principio en Iguala, prosiguió y llevo al cabo, arrollando obstáculos casi insuperables. Habían pasado 11 años de conflicto y lucha, atrás quedaban los Hidalgo, los Allende, los Morelos, los Matamoros y muchos más, se había pasado de pensar en únicamente en el regreso de un rey venido a menos, a fundamentar la idea de un país nuevo; herencia sin duda de la raíz española y católica del novel país es el establecimiento de un imperio mexicano, cuya efímera corona se ceñiría sobre el propio Iturbide. Si se pone en perspectiva este momento histórico se deben reconocer los factores que contribuyeron a que España no presentara una oposición más férrea a la escisión mexicana, sobre todo su situación política y económica, por el otro la conveniencia de la sociedad criolla, la cual detentaba el poder económico, mas no político de la Nueva España y la cual vio la oportunidad de encumbrarse, y si no únicamente basta echar un vistazo a las firmas del acta de independencia ya referida. Sea como sea México nació, con muchas diferencias y desigualdades, muchas todavía subsistentes pero emergió para contar una nueva historia; se lee en la ya referida acta de Independencia:  Restituida, pues, esta parte del Septentrión al exercicio de cuantos derechos la concedió el autor de la Naturaleza, y reconocen por inenagenables y sagrados las naciones cultas de las tierra; en libertad de constituirse del modo que más convenga a su felicidad; y con representantes que puedan manifestar su voluntad y designios […] La pregunta que queda en el aire a 195 años de esta consumación es, si nuestros representantes han manifestado la voluntad de un país para buscar su felicidad, hagamos un rápido flashback en nuestra historia y sobre todo habrá que pensar en la realidad en la cual vivimos, y cada uno tendrá la respuesta más conveniente.

martes, 13 de septiembre de 2016

13 de septiembre, CLXIX Aniversario de la heroica defensa del Castillo de Chapultepec


*Reseña leída el 13 de septiembre de 2016 en la ceremonia organizada por el H. Ayuntamiento de Izúcar y celebrada en el Parque Pavón.

“Y así humanizado ese precioso bosque, verlo lastimado, herido, atropellado por el invasor, me atormentaba como si viera pisoteado y ultrajado el cuerpo de mi padre”, con estas sentidas palabras el notable escritor y político liberal Guillermo Prieto, da su testimonio de lo sucedido aquel infausto 13 de septiembre.

El cerro de Chapultepec, hoy abrazado por la mancha urbana de la ciudad de México, ha sido desde la época prehispánica un lugar relevante por los hechos  que allí han tenido lugar; si se habla de un castillo en México, no hay duda que el imaginario colectivo recurre a la imagen de una estructura que ha sido casa de emperadores y presidentes, sede del Colegio Militar y hoy día el Museo Nacional de Historia. El difícil nacimiento de nuestro México como una nación tiene uno de sus capítulos más celebres el sucedido precisamente en Chapultepec, un 13 de septiembre de 1847, cuando las tropas invasoras norteamericanas se abalanzaban sobre nuestra tierra. Para más de un estudiante, la historia oficial ha sacralizado la participación de los jóvenes cadetes del Colegio Militar en este hecho bélico, el cual aunque fue una derrota para la causa nacional, se recuerda con mucha vehemencia por el arrojo y tenacidad de quienes en el participaron. La toma del castillo, cuya defensa estaba a cargo del General Nicolás Bravo, duró alrededor de dos horas, quedando registrado como el combate que causó más bajas a las tropas norteamericanas en el menor tiempo de combate. Los invasores atacaron la plaza por cuatro flancos, el castillo había sufrido una lluvia de más de 2 mil proyectiles desde el día anterior y menciona Bravo en su parte de guerra que la fuerza defensora del castillo constaba de poco más de 800 individuos, sin incluir a los cadetes y personal del colegio, contra una fuerza norteamericana de cerca de 7 mil individuos.

En esta conmemoración vitoreamos los nombres de seis héroes: Agustín Melgar, Juan de la Barrera, Francisco Márquez, Fernando Montes de Oca, el poblano Vicente Suarez y Juan Escutia, este último a quien la leyenda dice se arrojó al vacío envuelto en el lábaro patrio; pero cuantos más no cayeron en Chapultepec o en otras de las múltiples batallas de la intervención yanqui; varias crónicas reconocen por ejemplo a otros nombres no tan conocidos como el general Felipe Santiago  Xicoténcatl y su valerosa tropa del batallón de San Blas o bien el coronel Juan Cano y Cano o un general de apellido Pérez; la sangre de éstos y otros héroes anónimos quedó regada entre los milenarios árboles del cerro del chapulín y las paredes del vetusto castillo.


Hoy México quizá ya no sufre una invasión física pero si de otras índoles, ideológica, económica, ambiental. En nuestros días ya no se teme de las figuras como los fue en su momento el general Winfield Scott, ganador de la batalla de Chapultepec, pero aún siguen habiendo hombres extranjeros de talante negativo que con su actuar y decir denigran a nuestra patria; sólo queda reflexionar, ¿se debe recibir a este tipo de personas y dialogar con ellas?, dejamos esa pregunta al aire y con el recuerdo de la gesta de Chapultepec.