*Reseña leída el 13 de septiembre de 2016 en la ceremonia organizada por el H. Ayuntamiento de Izúcar y celebrada en el Parque Pavón.
“Y
así humanizado ese precioso bosque, verlo lastimado, herido, atropellado por el
invasor, me atormentaba como si viera pisoteado y ultrajado el cuerpo de mi
padre”, con estas sentidas palabras el notable escritor y político liberal Guillermo
Prieto, da su testimonio de lo sucedido aquel infausto 13 de septiembre.
El
cerro de Chapultepec, hoy abrazado por la mancha urbana de la ciudad de México,
ha sido desde la época prehispánica un lugar relevante por los hechos que allí han tenido lugar; si se habla de un
castillo en México, no hay duda que el imaginario colectivo recurre a la imagen
de una estructura que ha sido casa de emperadores y presidentes, sede del
Colegio Militar y hoy día el Museo Nacional de Historia. El difícil nacimiento
de nuestro México como una nación tiene uno de sus capítulos más celebres el
sucedido precisamente en Chapultepec, un 13 de septiembre de 1847, cuando las
tropas invasoras norteamericanas se abalanzaban sobre nuestra tierra. Para más
de un estudiante, la historia oficial ha sacralizado la participación de los
jóvenes cadetes del Colegio Militar en este hecho bélico, el cual aunque fue
una derrota para la causa nacional, se recuerda con mucha vehemencia por el
arrojo y tenacidad de quienes en el participaron. La toma del castillo, cuya
defensa estaba a cargo del General Nicolás Bravo, duró alrededor de dos horas,
quedando registrado como el combate que causó más bajas a las tropas
norteamericanas en el menor tiempo de combate. Los invasores atacaron la plaza
por cuatro flancos, el castillo había sufrido una lluvia de más de 2 mil
proyectiles desde el día anterior y menciona Bravo en su parte de guerra que la
fuerza defensora del castillo constaba de poco más de 800 individuos, sin
incluir a los cadetes y personal del colegio, contra una fuerza norteamericana
de cerca de 7 mil individuos.
En
esta conmemoración vitoreamos los nombres de seis héroes: Agustín Melgar, Juan
de la Barrera, Francisco Márquez, Fernando Montes de Oca, el poblano Vicente Suarez y
Juan Escutia, este último a quien la leyenda dice se arrojó al vacío
envuelto en el lábaro patrio; pero cuantos más no cayeron en Chapultepec o en
otras de las múltiples batallas de la intervención yanqui; varias crónicas
reconocen por ejemplo a otros nombres no tan conocidos como el general Felipe
Santiago Xicoténcatl y su valerosa tropa
del batallón de San Blas o bien el coronel Juan Cano y Cano o un general de
apellido Pérez; la sangre de éstos y otros héroes anónimos quedó regada entre
los milenarios árboles del cerro del chapulín y las paredes del vetusto
castillo.
Hoy
México quizá ya no sufre una invasión física pero si de otras índoles,
ideológica, económica, ambiental. En nuestros días ya no se teme de las figuras
como los fue en su momento el general Winfield Scott, ganador de la batalla de
Chapultepec, pero aún siguen habiendo hombres extranjeros de talante negativo
que con su actuar y decir denigran a nuestra patria; sólo queda reflexionar,
¿se debe recibir a este tipo de personas y dialogar con ellas?, dejamos esa
pregunta al aire y con el recuerdo de la gesta de Chapultepec.
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