La
imagen conocida con este nombre tiene su origen en Palermo, Italia, donde fue
pintada siguiendo las instrucciones de una famosa mujer piadosa que tuvo una serie
de revelaciones, esto alrededor del año 1722; fue el sacerdote jesuita Antonio
Genovesi, quien pidió a dicha mujer intercediera ante la virgen para pedir la
inspiración divina. Fueron los jesuitas quienes difundieron la devoción, por lo
cual se rifó la imagen entre las diferentes casas jesuitas de América, siendo
la ganadora la de León, Guanajuato, en México, esto en 1732. La llegada de la devoción a tierras
izucarenses se atribuye a la familia Martínez, precisamente originaria del
estado de Guanajuato, quienes al parecer trajeron la imagen a finales del siglo
XIX; de acuerdo al cronista Manuel Sánchez esto sucedió en 1876 y fueron ellos
quienes costearon la elaboración de la pintura.
Cabe
mencionar que el templo actual en su origen fue la capilla de la Tercera Orden
Franciscana; dicha tercera orden por ser para laicos no implicaba
necesariamente que tuviera un convento anexo, como supuso el cronista Manuel
Sánchez; si consideramos algunos elementos arquitectónicos de la fachada y el
campanario se pueden considerar el edificio como de estilo barroco y del siglo
XVIII. Si bien sabemos que el 9 de agosto de 1931 la capilla fue consagrada a
la Virgen de la Luz por el entonces Arzobispo de Puebla, don Pedro Vera y
Zuria, ya desde años antes había cambiado el patronazgo del templo, toda vez
que en un inventario de 1917 ya se cita como templo de la Luz y ya se enlista
la imagen de la virgen con su marco dorado; precisamente testigos del referido
documento son el señor Eduardo Martínez y su hijo Vicente Martínez, cuya
familia dedicó muchos años al cuidado y aseo de la capilla.
En
el atrio del templo estuvo por muchos años el busto del general José María Pavón,
quien fuera Prefecto de Izúcar a mediados del siglo XIX (autoridad equivalente
al presidente municipal), pero al realizar obras en la capilla en tiempos del
cura don Arturo Márquez, este monumento quedó enterrado; seguramente algunas
personas recordaran la cochera que se abría en el lado sur de la entrada del
templo, en donde guardaba su auto el padre Márquez. Hasta hace algunos años la
fiesta de la virgen era sencilla, pero a partir del entusiasmo del Padre Ricardo
Rodríguez, actual vicario parroquial de Santa María de la Asunción, con el
apoyo de varios laicos entre quienes se puede mencionar a la señora Etelvina
González de Pavón, quien se ha hecho cargo del mantenimiento del templo, la
festividad se ha hecho más grande y con variadas actividades tanto profanas
como religiosas.